En los últimos años, la calidad del aire en espacios interiores ha cobrado un protagonismo ineludible. El impacto global de la pandemia evidenció la fragilidad de nuestros entornos cerrados y expuso cómo el aire que respiramos, invisible pero determinante, puede ser tanto un vector de transmisión como un indicador del estado ambiental de un espacio.
"La calidad del aire es el nuevo termómetro de la salud ambiental en interiores."
Numerosos estudios de salud pública confirman que pasamos entre el 80 y el 90% de nuestro tiempo en espacios cerrados: oficinas, viviendas, centros educativos, hospitales, instalaciones deportivas, etc. Lo que pocos sabían hasta hace poco es que el aire en estos espacios puede estar entre dos y cinco veces más contaminado que el exterior, debido a la acumulación de partículas, gases, compuestos volátiles y microorganismos en suspensión.
"Un edificio moderno, sin ventilación adecuada ni sistemas de filtración eficaces, puede convertirse en una trampa invisible para la salud."
Contaminación interior: el enemigo invisible
El aire interior puede contener una combinación compleja de contaminantes: partículas sólidas (como polvo, fibras, polen), compuestos orgánicos volátiles (formaldehído, benceno, tolueno), dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno, así como virus, bacterias y hongos. Todos ellos representan riesgos potenciales para la salud respiratoria, inmunológica y general.
"Los síntomas asociados a una mala calidad del aire van desde dolores de cabeza o fatiga hasta afecciones respiratorias crónicas o brotes infecciosos."
Uno de los casos más documentados es el conocido síndrome del edificio enfermo, reconocido por la Organización Mundial de la Salud, que describe cómo ciertas construcciones mal ventiladas provocan una serie de síntomas entre sus ocupantes: congestión nasal, irritación ocular, sequedad de garganta, e incluso estrés cognitivo o bajo rendimiento.
Diagnóstico integral: más allá del polvo y el CO₂
Para abordar esta problemática, se requieren herramientas de medición avanzadas que no se limiten a leer el nivel de partículas suspendidas o el dióxido de carbono. Es imprescindible incorporar sensores y sistemas que detecten también la carga microbiológica del aire: virus, bacterias y esporas fúngicas.
Solo midiendo lo invisible podremos ofrecer soluciones eficaces y sostenibles
En centros hospitalarios o residencias geriátricas, por ejemplo, una mala calidad del aire puede facilitar brotes infecciosos entre personas vulnerables. En entornos industriales o oficinas, puede traducirse en absentismo, baja productividad y aumento del estrés.
Aire limpio y sostenibilidad: un binomio inseparable
Invertir en calidad del aire no solo es una medida sanitaria. También es una acción sostenible. Los sistemas de filtración y purificación bien diseñados permiten reducir el uso excesivo de climatización, optimizan el consumo energético y prolongan la vida útil de los equipos HVAC.
Además, muchas de las soluciones actuales incorporan tecnologías de bajo consumo, materiales reciclables y sensores inteligentes que permiten una gestión eficiente de los recursos, alineándose con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente el ODS 3 (salud y bienestar) y el ODS 11 (ciudades sostenibles).
Cuidar el aire que respiramos es cuidar la salud, el entorno y el futuro
Conclusión: una nueva conciencia del espacio
El aire que respiramos en interiores ha dejado de ser un elemento neutro. Se ha convertido en un indicador de responsabilidad ambiental, de cultura preventiva y de compromiso con las personas. Evaluar, diagnosticar y actuar sobre la calidad del aire interior no es una opción, sino una obligación ética y técnica en el camino hacia entornos más saludables y sostenibles.
Soluciones técnicas avanzadas para la refrigeración farmacéutica y la calidad del aire
En Grupo Cartés acumulan más de 50 años de experiencia en el ámbito de la filtración y el tratamiento de fluidos, lo que les posiciona como un socio estratégico para las empresas que operan en el sector del frío industrial. Su misión es clara: optimizar el rendimiento de los sistemas de refrigeración, reducir los costes operativos y asegurar la fiabilidad de los procesos.
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El conocimiento técnico marca la diferencia entre una solución estándar y una optimizada
Artículo escrito por:
Grupo Cartés