La industria española del cannabis atraviesa un momento decisivo. La reciente aprobación de la regulación del cannabis medicinal en octubre de 2025 ha sido recibida con optimismo, pero también con cautela, por un sector que ya opera como uno de los mayores exportadores del mundo.
España se ha consolidado entre los siete principales productores globales, con una estructura empresarial joven en lo formal, pero con más de dos décadas de experiencia industrial y comercial.
El nuevo marco normativo, limitado por ahora a la dispensación hospitalaria y que excluye la flor de cannabis, abre por primera vez la puerta al mercado doméstico. Sin embargo, las empresas del sector consideran que el verdadero potencial económico sigue estando en los mercados exteriores, especialmente en Alemania y Reino Unido, los más desarrollados de Europa.
“La nueva regulación es un primer paso que da legitimidad interna, pero el músculo económico real se ha construido fuera”, afirma Raúl del Pino, responsable de comunicación de Spannabis, la feria internacional de referencia en Europa. “Llevamos más de 20 años contribuyendo a consolidar una industria que genera empleo, inversión y exportaciones. Spannabis ha sido motor económico y punto de encuentro clave para que España se haya posicionado como referente europeo”, añade.
Una regulación tímida para un sector consolidado
El tejido empresarial del cannabis medicinal español está compuesto por unas 70 compañías y cerca de 500 empleados, pero la Asociación Empresarial del Cannabis Medicinal de España (AECAME) considera que la normativa actual se queda corta. La exclusión de la flor y las restricciones iniciales dejan fuera al 90% del tejido productivo nacional.
En 2024, España notificó una producción de 51,3 toneladas, destinadas íntegramente a exportación bajo licencias de la AEMPS. Según la consultora Cannamonitor, las exportaciones podrían superar las 10 toneladas en 2025, principalmente hacia Alemania y Reino Unido.
Entre los grandes operadores destacan Linneo Health, propiedad del grupo Torreal de Juan Abelló, que controla cerca de dos tercios de la producción nacional, y Medalchemy, filial del grupo estadounidense Curaleaf.